La Fundación Caja Rural del Sur ha desarrollado, a través de un proyecto de I+D+i financiado por Corporación Tecnológica de Andalucía (CTA), una metodología y una plataforma informática para certificar la huella de CO2 de producciones agrícolas. La herramienta permitirá a los agricultores y productores conseguir mayor valor añadido de sus productos y nuevas oportunidades de marketing, ya que podrán certificar el coste energético del producto o si es más respetuoso con el medio ambiente.
El proyecto Carbosiega, en el que han colaborado Citagro y Gestiona Business Solutions y en el que ha participado el grupo de investigación de “Agronomía de leguminosas y cereales” de la Universidad de Córdoba, ha desarrollado una plataforma informática de cálculo de la huella del carbono mediante el análisis del balance de CO2 que se produce entre las emisiones/consumos de las labores agrícolas y el efecto sumidero de los propios cultivos. La herramienta se ha probado en olivar y cereal.
Las políticas medioambientales europeas e internacionales, en su compromiso con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), están apostando por la obligatoriedad de la certificación de la huella del carbono en los alimentos. Aunque todavía no es una obligación, la tendencia conduce a que así lo sea en el futuro y, en cualquier caso, se trata de un valor añadido para el producto el hecho de poder certificar cuál es su contribución al cuidado y conservación del medio ambiente. Además, el proyecto se encuentra alineado con la Política Agraria Comunitaria (PAC), que plantea, como uno de los retos en el horizonte 2020, la sostenibilidad de la producción agraria para conservar el medio natural sin menoscabar su viabilidad técnica y económica.
En concreto, el proyecto Carbosiega se ha desarrollado para cultivos bajo sistemas de producción integrada, que son sistemas de producción agraria que utilizan prácticas compatibles con la protección y mejora del medio ambiente, los recursos naturales, la diversidad genética y la conservación del suelo y el paisaje.
Desde el punto de vista técnico, el proyecto ha calculado el balance de carbono de la producción agrícola a partir de los requisitos técnicos establecidos en las normas o estándares internacionales para el cálculo de la huella del carbono y de los datos obtenidos en los propios cultivos a partir de los ensayos y cuadernos de campo de las explotaciones.
Los datos de huella del carbono obtenidos respecto a la producción agrícola han permitido también calcular la huella global de los productos agroalimentarios desde el origen hasta la mesa (cradle to grave), lo que tiene un enorme interés tanto para los productores como para la industria agroalimentaria andaluza, ya que la recopilación de esta información para su puesta a disposición del consumidor se está convirtiendo paulatinamente en un requisito del sector de la distribución. Además, en el caso del olivar, por ejemplo, el efecto sumidero de este cultivo puede hacer que el balance neto de carbono sea negativo, es decir, fija más carbono del que emite, lo que puede incrementar el valor del producto para otros eslabones de la cadena de valor que pretendan calcular la huella del carbono o impacto ambiental (como envasadoras de aceite o de aceituna de mesa y encurtidos).
La huella de carbono representa la totalidad de gases de efecto invernadero (GEI) emitidos por efecto directo o indirecto por un individuo, organización, evento o producto. Se mide en masa de CO2 equivalente e indica el impacto ambiental ocasionado. La agricultura, a diferencia de otros sectores emisores de CO2 como la industria o el transporte, es capaz no sólo de reducir a cero las emisiones de CO2 a la atmósfera, sino de capturarlo y almacenarlo como carbono en el suelo, mediante el uso de determinadas prácticas de cultivo o agronómicas.
Los resultados obtenidos de los ensayos realizados en campo en los cultivos de olivar y cereal han podido demostrar el gran potencial de captura de C estable de los cultivos.
En el caso del cultivo del olivar, la investigación ha sido realizada en un total de 25 fincas localizadas en las provincias de Sevilla, Córdoba, Cádiz y Jaén, obteniéndose un valor medio de la huella de carbono de entre 2,13 y 2,18 t/ha/año de C. Los resultados muestran una tasa anual media de C acumulado, tanto por la biomasa como por el suelo, de entre 2,22 y 2,24 t/ha/año, aunque con grandes diferencias entre fincas en función del sistema de cultivo, variedad y edad de la plantación. En cuanto a las emisiones totales de las operaciones de cultivo se ha obtenido un valor medio de entre 54 y 113 kg CE/ha. Estos valores de emisión se consideran relativamente bajos en comparación con otros cultivos arbóreos, siendo los factores más relevantes en emisiones de GEI el riego y en algunos casos el de los fertilizantes. Estos bajos niveles de emisiones de C son consecuencia de los bajos inputs requeridos por el cultivo de olivar, siendo un factor muy favorable para el balance y huella de C, que se ve favorecido con un flujo neto de C y secuestro de C mayor.
Para el cultivo del cereal, la investigación realizada en un total de 8 fincas de las provincias de Sevilla y Córdoba ha obtenido un valor medio de la huella de carbono de entre 0,4 y 1,6 t/ha/año de C. Los resultados muestran una tasa anual media de C acumulado en suelo de 1,5 t/ha/año, y un valor medio de las emisiones de las operaciones de cultivo de entre 74 y 125 kg CE/ha.